05 de marzo, 2022
Las más recientes noticias del país centroamericano ponen nuevamente sobre la mesa los horrores de la dictadura de Daniel Ortega, y nos recuerdan algunas cosas que desde México podemos aprender tanto sobre lo que hay que hacer y lo que debemos de evitar.
No es extraño ver numerosas comparaciones entre el actual gobierno de México y algunos de los experimentos autoritarios de corte socialista en América Latina, siendo quizás el más trillado el venezolano y su degeneración de una democracia ejemplar al desastre económico, político y social que lamentablemente hoy representa. No obstante, suele pasarse por alto el caso de la República de Nicaragua y lo mucho que podemos aprender de ellos, particularmente de su experiencia pasada en la que, por un tiempo, lograron librarse del horror que viven hoy en día.
En 1979 concluía la revolución sandinista en Nicaragua, después de 43 años de gobierno dinástico por parte de la familia Somoza que había constituido una dictadura de facto en el país. Dicha revolución surgió de un levantamiento popular de carácter marxista inspirado en Augusto C. Sandino, guerrillero antiimperialista que combatió contra las intervenciones estadounidenses a principios del S. XX en Centroamérica. En su honor, los revolucionarios adoptaron el nombre de "sandinistas" y desde 1961 emprendieron una guerra de guerrillas que hasta casi dos décadas después lograría tumbar al gobierno de Anastasio Somoza. Una vez en el poder, los sandinistas impulsarían una serie de reformas sociales a gran escala, encontrando resistencia por parte de la sociedad civil y de grupos paramilitares financiados por EUA conocidos como "Contras".
Es en este contexto que aparece Daniel Ortega Saavedra, quien después de la victoria sandinsita se convertiría en coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y en 1985 llegaría a ser presidente del país. Similar a los Somoza, Ortega pondría a familiares en puestos del gobierno, como lo hizo con su hermano Humberto a quien pondría al frente del Ejército Popular Sandinista.
Pasaron poco más de 10 años para que la sociedad civil nicaragüense pusiera un alto a los excesos del gobierno sandinista y recuperase la libertad por la vía democrática. En 1990 la periodista Violeta Barrios de Chamorro competiría contra Ortega en las primeras elecciones democráticas del país desde el triunfo de la revolución sandinista, representando a una coalición electoral de partidos opositores conocida como la Unión Nacional Opositora (UNO). Barrios logró imponerse al gobierno obteniendo una mayoría de votos (54%) aún después de 20 encuestas que pronosticaban la victoria de Ortega. Con la nueva presidenta, Nicaragua emprendió un duro camino hacia la apertura económica y pacificación interna.
Sin embargo, la dicha no duraría demasiado ya que varios escándalos de corrupción y la situación de millones de personas llevaron al pueblo a votar por Daniel Ortega nuevamente en 2007. Esta vez, los sandinistas permanecerían en el poder de manera indefinida, llegando la represión del régimen hasta nuestros días y refrendando su control sobre la sociedad nicaragüense nuevamente en 2021, luego de unas elecciones bastante cuestionables internacionalmente.
¿Qué puede aprender México de esta penosa experiencia? Puedo resaltar tres aspectos fundamentales:
La unión entre sociedad civil organizada y partidos políticos opositores posibilitó el retorno a la democracia aún con todas las fuerzas del régimen en contra;
La pérdida de confianza en las fuerzas democráticas orilló a la mayoría del país a entregar el control nuevamente al populismo;
Cuando un movimiento populista pierde el control y lo retoma, difícilmente lo volverá a dejar ir.
John Philpot Curran, político irlandés, alguna vez dijo que "el precio de la libertad es la eterna vigilancia". En el contexto de Nicaragua, los errores de quienes alguna vez devolvieron la esperanza en la democracia a sus ciudadanos fueron la causa de que el país regresara a manos de quienes atentan contra la libertad en nombre del "pueblo". Si en México se logra concretar una alianza opositora entre partidos políticos y sociedad civil que conquiste el poder habrá comenzado la más ardua batalla que será defenderlo del retorno del populismo.
Autor
Mike Ojeda
25 años | Maestría en Liderazgo Estratégico Internacional, así como diversos cursos y diplomados en Ciencias Políticas, Derechos Humanos, Filosofía y Doctrina Social de la Iglesia. Ha participado con diversos grupos juveniles como Rotaract, Acción Juvenil y Soñar Despierto. Interés por el personalismo, los fundamentos morales de una sociedad libre y la construcción de un régimen democrático.
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