15 de marzo, 2022
La marcha del pasado domingo resultó en un éxito rotundo y a pesar de las numerosas críticas dejó un claro mensaje para el gobierno y sus defensores: la ciudadanía está unida y dispuesta a luchar por la democracia.
El pasado domingo 13 de noviembre fue un día histórico para México: cientos de miles de personas en más de 50 ciudades del país y del extranjero salieron a las calles con motivo de la Marcha por la Democracia en defensa del Instituto Nacional Electoral ante la treta de la reforma electoral propuesta por el presidente López Obrador (https://wapo.st/3TwajKV). Si bien las cifras del Gobierno de la Ciudad de México estimaban primero entre 10 y 12 mil asistentes (https://bit.ly/3UQlKyc) y después hasta 60 mil (https://bit.ly/3WZIgGK), otros cálculos como el de Guillermo Valdés, ex director del CISEN y socio de GEA, estiman más de 600 mil personas tan solo en la capital (https://bit.ly/3O4tlXQ). Y aunque no existe registro oficial de cada uno de quienes asistieron a la manifestación, lo cierto es que las imágenes hablan por sí solas.
Sin embargo, no fueron pocas las críticas hacia la marcha y sus integrantes no solo por parte del gobierno de México -más notoriamente por parte del propio presidente con su nada sorprendente crítica al clasismo y racismo (https://bit.ly/3O5NkW2)- sino que también sectores progresistas que ven con alarma la integración de grupos socialmente conservadores como el Frente Nacional por la Familia y organizaciones de carácter religioso como el Movimiento Viva Cristo Rey (https://bit.ly/3hHhSRZ). Tal fue la indignación que incluso acusaron a quienes asistieron a la marcha de legitimar discursos de
"ultraderecha".
La gravedad del asunto es tal que llegamos al punto en el que se acusa de "ultraderecha" a un grupo que busca proteger a un árbitro electoral independiente que aplica políticas de acción afirmativa para representar a grupos marginados como lo ha hecho el INE. Descalifican a quienes participamos en la marcha porque también marcharon personas con las que no coinciden cuando la democracia es precisamente compartir espacios con quienes no coincidimos, de paso prostituyendo conceptos de relevancia mayúscula como Ultraderecha y Fascismo sin más fines que la deslegitimación del adversario.
Históricamente, en México y diferentes partes del mundo grupos de derecha e izquierda han dejado de lado sus diferencias cuando se trata de defender la democracia. Ocurrió en Chile cuando el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Socialista sumaron fuerzas para terminar con la dictadura de Pinochet de manera democrática. Ocurrió en Alemania durante la Era Merkel cuando la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia formaron una gran coalición para detener el ascenso del populismo de extrema derecha y de la extrema izquierda. Ocurrió en México en 1988 después del fraude electoral -por cierto, perpetrado por el propio gobierno federal- cuando Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional y Manuel Clouthier del Partido Acción Nacional se unieron en rechazo a la imposición del candidato oficial y la estatización de las elecciones.
Eso mismo ocurrió el domingo.
Marchamos conservadores de la mano de progresistas. Marchamos liberales de la mano de socialdemócratas. Marchamos católicos de la mano de protestantes y judíos, agnósticos y ateos, feministas y población LGBT+, obreros y empresarios, jóvenes y mayores, ciudadanos y políticos. Marchamos unidos porque en medio de nuestro mar de diferencias nos une lo más importante: el reconocimiento del otro como parte de nuestra sociedad.
Quien marchó el domingo es porque cree en la democracia, aún si ello implica ceder espacios a voces con las que no coincidimos. Porque donde muere la pluralidad, muere la libertad.
Por eso marchamos unidos.
Autor
Mike Ojeda
25 años | Maestría en Liderazgo Estratégico Internacional, así como diversos cursos y diplomados en Ciencias Políticas, Derechos Humanos, Filosofía y Doctrina Social de la Iglesia. Ha participado con diversos grupos juveniles como Rotaract, Acción Juvenil y Soñar Despierto. Interés por el personalismo, los fundamentos morales de una sociedad libre y la construcción de un régimen democrático.
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